miércoles, 21 de septiembre de 2011

CUENTO: LA RIFA


La rifa- Iliana Becerra Loayza


La rifa- Iliana Becerra Loayza







LA RIFA

(Iliana Becerra Loayza)


- Me compra una rifa Don Alberto?
- Cuánto vale?
- Un sol
- Un sol? Y qué piensas comprar con las ganancias?
- Muchas cosas! Voy a comprar insumos para la tienda, si me alcanza tal vez otro mostrador y de repente si tengo suerte compro unas cositas chiquitas para regalar a mis mejores clientes y engreírlos un poquito
- Y cuántos boletos piensas vender para conseguir todo eso?
- Unmm, no sé, no había pensado en eso…

Paquita tenía una tienda en el cruce de Hermilio Valdizán con Huiracocha en Jesús María y hacía pocos años que la administraba, antes era de su madre, la mamá Yola, que hoy, con 75 años encima ya no la podía manejar. Pese a ello siempre se daba tiempo para “ver” a sus clientes y conversar con ellos un momento. La verdad es que su glaucoma hacía rato le ganó la partida y ya no podía ver más que sombras y contornos. Pero era como si lo viera todo, reconocía la voz de casi todos sus clientes, hasta de los nuevos, conocía también cada inflexión de voz de su hija, sabía cuando estaba contenta de ver a un cliente, fastidiada por el calor, por la falta de sencillo, de pagos a tiempo o simplemente incomoda. ¡Qué linda es mi hija! ¡Qué favor me hizo ese maldito desgraciado! ¡Ay no Dios mío! Perdóname no debo pensar así, si no fuera por ese perro no tendría a mi hijita, ¡ay Diosito lo dije de nuevo, por favor perdóname! Mejor ya no pienso…
- No pues hijita, dijo Don Alberto, lo primero que debes hacer es pensar qué quieres comprar con tu rifa, fíjate dos metas: una alta y otra baja, pero no tan baja. Ahora calcula cuánto más o menos costaría la más baja, la más alta, súmalas y divide entre dos, eso divide entre un sol y ya sabes más o menos cuántas tienes que vender incluso por día, a ver dime, ¿cuánto es tu total? ¿cómo vas a conseguir tus premios?

- Asu Don Alberto! Eso nunca había pensado, a ver espérese un ratito… son como ochocientos soles ¿mucho no?

- El que pide poco es un loco, nunca te olvides de eso. Esto lo resolvemos en un santiamén. Un sol es muy barato, cada rifa va a costar dos soles y cada día vas a vender quince boletos, en un mes ya conseguiste todo lo que quieres.

- Uy qué fácil suena así ¿no?

- Todo es fácil hijita, ya te conté que con veinte soles formé un imperio de la farmacia y yo ni he pasado por el colegio. Todo es cuestión de inventiva, de ganas de surgir y de matemáticas, nada más…

- Muchas gracias Don Alberto, me ha abierto los ojos, gracias de verdad. Entonces ¿cuántas rifas le doy?

- Dame un boleto nomás, la suerte viene en una y la verdad yo no creo mucho en las rifas.

En la trastienda la mamá Yola sonreía, ese viejo es un avaro pensaba, pero que viejo zorro es, con razón tuvo tanta plata, si no hubiera sido porque le vino la desgracia en los ochentas y ahora con las importaciones y todo eso, el viejo seguiría envuelto en plata. Pero no fue tan tonto, todavía tiene… solo no quiere decirle a sus hijos para que no le pidan, como si no supieran. Ellos lo quieren a él por lo que es no por lo que tiene, falta poco para que llegue a los cien y todavía no ha aprendido a confiar en la gente.

Paquita miraba con ternura como Don Alberto se alejaba, ahora apoyándose en su bastón y tambaleándose de un lado al otro. Lo conocía desde que tenía memoria y le había contado todas las historias del imperio farmacéutico que tuvo, ella escuchaba con paciencia casi siempre pero hoy por primera vez en casi treinta años sintió que todo era verdad y que nunca le había exagerado ni un poquito.

Cuando llegó el 23 de diciembre, en la chocolatada navideña de la cuadra, rodeada de la mayoría de sus clientes Paquita sorteó los diez premios donados. La canasta de colonia, crema humectante y jabón se la ganó Doña Rosa, el panetón con su champán fue para Don Luis, los tres panetones de caja quedaron en la cuadra, los dos de bolsa para la gente de la vuelta y las tres cajitas de chocolates fueron para gente nueva.

A Don Alberto allí presente parecía no importarle -no hijita, eso es lo de menos, yo nunca creí en el azar –sí pero yo quería que usted se gane algo porque gracias a usted, vendí más de lo que pensaba y me va a alcanzar para mucho más. Ay yo le estoy bien agradecida, Don Alberto, por eso tengo penita que no ganara nada.

Eso crees hijita, este viejo sabe que hasta el azar tiene su fórmula matemática, pensaba su madre.

-Eso depende de ti hijita -Paquita lo miró extrañada-hazme buenos descuentos en mi leche y pan de molde de las mañanas y se te va a ir la pena.

Paquita pasó de la pena a la extrañeza, a la cólera y a la risa tan rápido que sólo mamá Yola comprendió su silencio. –Trato hecho Don Alberto ¡Feliz Navidad y gracias otra vez! Le dio un fuerte abrazo, lo miró a los ojos y le dijo “todo Enero hay descuento en su desayuno”

-Gracias hijita, mis palabras no han caído en saco roto, ¡así se hace patria!

Este viejo cuando no gana empata, reía mamá Yola.

La rifa- iliana becerra loayza


2 comentarios:

  1. Es un cuento que inspira mucha ternura y enseña que la unión hace la fuerza.
    Laura Alvarez

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  2. un cuento con mucha realidad.

    Diego Becerra

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